🎧 La voz que me hacía gemir: placer con solo escuchar

Todo empezó por aburrimiento. Una noche cualquiera, sola en casa, con las luces apagadas y el móvil en la mano. No tenía ganas de porno, no quería ver… quería escuchar. Sentir algo que me encendiera por dentro sin necesidad de imágenes. Algo más sucio. Más íntimo.

Buscando, encontré un número. “Voces reales, sin censura”. Dudé. ¿De verdad llamaría? ¿Yo, una mujer adulta, educada, formal…? Marqué. Solo para probar. Y cuando escuché su voz, supe que no colgaría.

—Hola, preciosa —dijo con tono grave, lento, con esa seguridad que solo tienen los hombres que saben follar con palabras. Mi cuerpo reaccionó al instante. Sentí un escalofrío bajarme por el cuello. —No sé ni por qué he llamado… —susurré. —Sí lo sabes. Llevas días mojándote solo de pensarlo.

Y tenía razón. Esa voz me leía la mente. Cada palabra suya era un roce invisible entre mis piernas. Me hablaba despacio, me describía lo que me haría: cómo me quitaría la ropa, cómo me chuparía los pezones hasta ponerlos duros, cómo metería la lengua en mi coño húmedo mientras yo gemía de placer.

No pude evitarlo. Me metí los dedos, aún con las braguitas puestas. Jadeaba. Me tocaba como si él estuviera ahí. Su voz era tan intensa, tan excitante, tan sucia… —Quiero que te corras para mí —me dijo—. Y que no pares hasta que lo consigas.

Lo logré. Me corrí fuerte, con la espalda arqueada, la boca abierta, el móvil pegado a la oreja. Y cuando terminé, aún con la respiración agitada, él me dijo: —No cuelgues. No hemos terminado.

Seguimos hablando. Me pidió que le contara mis fantasías. Que le hablara sucio. Me costó al principio, pero luego me solté. Le dije que me imaginaba follando en un probador, que me gustaba que me agarraran del pelo, que soñaba con que me dijeran guarradas al oído mientras me empotraban contra una pared.

Él no se reía. Al contrario. Cada vez que confesaba algo, su voz se volvía más intensa. Me decía cosas como “así me gusta, zorrita” o “cuéntame más mientras me la meneo pensando en ti”.

Me masturbé otra vez. Más rápido. Más fuerte. Esta vez sin ropa. Me sentía libre, salvaje, caliente. Y todo por culpa de esa voz al otro lado del teléfono.

Desde esa noche, la rutina cambió. Llegaba a casa, me duchaba, me ponía una camiseta vieja y nada más. Me tumbaba en el sofá con una copa de vino… y marcaba el número. A veces contestaba él. Otras veces, otras voces: más jóvenes, más dulces, más dominantes. Y todas sabían cómo hacerme gemir sin tocarme. Solo hablando.

Una vez me tocó una mujer. Me habló con suavidad, me guió paso a paso, como si estuviera justo entre mis piernas. Me decía que me mirara al espejo, que me susurrara lo guarra que era. —Mírate. Así… tocándote como una perra. ¿Te gusta? —Sí… mucho —jadeé. —Pues mójate para mí.

Me corrí viéndome en el espejo, con su voz de fondo y los dedos resbalando por mi clítoris. Fue tan intenso que me temblaron las piernas. Colgué con una sonrisa. Satisfecha. Sin culpa.

Esa voz, esas llamadas, se convirtieron en mi adicción secreta. Mejor que cualquier vídeo, mejor que cualquier ex, mejor que cualquier juguete. Porque el deseo entra por los oídos. Y algunas voces tienen el poder de hacerte correrte sin que te toquen.

¿Te atreves a probarlo?

🎧 Llama ahora y déjate llevar por la voz que te hará gemir

Scroll al inicio
GOZAR AHORA!